El tiempo del barbecho y sus diferencias con la posición depresiva
Una lectura desde la práctica
En mi práctica clínica me surgió hace un tiempo una pregunta que aún continúa interpelándome: ¿cómo distinguir, en la sutileza del día a día del consultorio, aquellos momentos de aparente inactividad que constituyen un tiempo lógico necesario, de aquellos otros que señalan el inicio de una posición depresiva? La relectura del brillante (aunque insuficientemente trabajado) texto de Masud Khan sobre el lying fallow (estar en barbecho) ha resultado particularmente fecunda para pensar esta cuestión.
Khan, ese personaje controvertido del psicoanálisis británico, nos legó, sin embargo, algunas conceptualizaciones de una agudeza clínica notable. Entre ellas, su idea del «estar en barbecho» merece una reconsideración especial, particularmente en nuestro contexto actual donde la prisa por los resultados terapéuticos amenaza con obstaculizar procesos psíquicos fundamentales. Esta conceptualización, que Masud Khan desarrolló en diálogo con las ideas del inglés Donald Winnicott sobre el espacio transicional, nos ofrece una herramienta valiosa para pensar ciertos momentos del proceso analítico que, de otro modo, podrían ser malinterpretados o incluso patologizados.
El barbecho como estado singular
Resulta adecuado evocar aquí el caso de L., una pintora de mediana edad que, tras un período de intensa producción artística, entró en lo que ella misma denominaba «un tiempo muerto». La preocupación de sus familiares y la presión de su galería por nuevas obras amenazaban con transformar este momento necesario en una crisis depresiva. Sin embargo, algo en su discurso (esa música particular que acompaña las palabras del analizante) sugería otra cosa. «No es que no pueda pintar», decía, «es que necesito no pintar».
Esta viñeta clínica nos permite pensar la singularidad del estado de barbecho: no se trata de una imposibilidad, no es abulia, es una necesidad. La diferencia es sutil pero crucial. Como señalaba Winnicott, no todo «no-hacer» es equivalente desde el punto de vista psíquico. El estado de barbecho implica una forma particular de actividad psíquica que, paradójicamente, se manifiesta externamente como inactividad.
En el caso de esta paciente, L., este período de aparente improductividad estaba lejos de ser estéril. Durante las sesiones emergían asociación ricas en imágenes y sensaciones, aunque ninguna de ellas se traducía -todavía- en obra pictórica. Era como su psiquismo estuviera procesando, en un nivel preconsciente, experiencias y percepciones que más tarde encontrarían su expresión en el lienzo. Por supuesto, ni ella ni yo sabíamos adónde conduciría este estado, si sería fecundo o no, puesto que vivir «en barbecho» no supone una promesa, ni tan solo una esperanza, de algo en concreto; simplemente se está ahí.
Metapsicología del barbecho
Si nos aventuramos en una lectura metapsicológica del fenómeno (y digo «aventuramos» porque toda metapsicología tiene algo de especulación necesaria), podríamos pensar el estado de barbecho como una especial posición libidinal donde el yo mantiene su función sintética, aunque en un estado de suspensión activa (valga el oxímoron); la energía psíquica no se retira de los objetos (como sucede en la melancolía) sino que entra en un estado de latencia productiva; el superyó afloja temporalmente sus exigencias sin por ello desaparecer (como sucedería en posiciones maníacas).
Esta configuración particular del aparato psíquico permite un tipo de trabajo interno que, aunque invisible desde el exterior, resulta fundamental para el desarrollo psíquico. Podríamos compararlo con lo que ocurre en el sueño: una aparente quietud que esconde una intensa actividad elaborativa.
Diferencias con otros estados psíquicos
Es importante distinguir el estado de barbecho de otras configuraciones psíquicas que pueden presentar manifestaciones similares.
A diferencia de la inhibición propia de la estructura neurótica, donde el no hacer está aquejado de angustia y culpa, el barbecho se caracteriza por la calma, la ausencia de urgencia que no hay que confundir con la apatía depresiva.
En contraste con la desconexión propia de la psicosis, el sujeto en barbecho mantiene vínculos libidinales con los objetos, aunque estos vínculos adquieren una cualidad de «espera activa».
La dimensión temporal
Aquí es donde la clínica nos enfrenta a una de las mayores dificultades: ¿cómo pensar la temporalidad del barbecho? A diferencia de la abulia depresiva, que tiende a cronificarse si no media una intervención, el estado de barbecho tiene una temporalidad propia, aunque imposible de cronometrar (¡cuántas veces nos equivocamos al intentar forzar su «finalización»!).
Creo que es importante respetar estos tiempos que precisamente suelen resolverse cuando dejamos de empujar hacia su resolución. Esta temporalidad particular del barbecho nos recuerda algo fundamental del proceso analítico mismo: la importancia de resistir la tentación de «hacer producir» al inconsciente. La clínica nos muestra que estos períodos de barbecho suelen preceder a otros de particular creatividad. Como si el psiquismo necesitara este tiempo de aparente inactividad para reorganizar sus contenidos y prepararse para nuevos desarrollos. En el caso de L., por ejemplo, este período de «tiempo muerto» fue seguido por una serie de obras que marcaron un giro importante e imprevisible en su producción artística.
Notas sobre la técnica
Es importante poder distinguir entre el estado de barbecho y la depresión para saber cómo actuar con un analizante. Mientras que en la depresión la interpretación debe dirigirse a movilizar la libido estancada, en el estado de barbecho la principal indicación técnica es la abstinencia de interpretaciones. Como me señaló amablemente una supervisora: «A veces el mejor jardinero es el que sabe no regar».
Esta abstinencia, sin embargo no es sinónimo de un analista pasivo. Se trata más bien de sostener el espacio analítico sin llenarlo de interpretaciones, acompañar sin dirigir, resistir los deseos de hacer algo por parte del analista, mantener una atención flotante sensible a aquellos indicadores que puedan surgir para distinguir el verdadero estado de barbecho de otras formas de no hacer improductivas.
Cómo intervenir
Apuntaré aquí algunas intervenciones posible que a mí me han resultado útiles en ocasiones: una de ellas es señalar al paciente que es legítimo poder mantenerse en esos tiempos de «espera» aparentemente inútiles; diferenciar la angustia de nuestro analizante y la que siente por exigencias del entorno (laboral, familiar…); preguntar por las fantasías que puedan surgir relacionadas con ese estado; elaborar las presiones superyoicas que pueden amenazar y transformar el barbecho en un estado depresivo.
Como conclusión
Quizás la mayor enseñanza que podemos extraer del concepto de barbecho es la necesidad de repensar nuestra relación con la «productividad» psíquica. En tiempos donde la eficiencia amenaza con convertirse en un nuevo superyó, la idea de un tiempo improductivo pero necesario resulta más valiosa que nunca.
Como analistas, nos corresponde sostener estos espacios de aparente inactividad, estos tiempos muertos que, paradójicamente, están llenos de vida potencial. Al fin y al cabo, ¿no es el psicoanálisis mismo un ejercicio de barbecho, un hacer desde el no hacer?
Este modo de interpretar el estado de barbecho nos cuestiona nuestro trabajo en la clínica. ¿Cuántas veces nuestra ansiedad como analista nos conduce a intervenir antes de lo deseable y obstaculizamos procesos valiosos que necesitan su tiempo de maduración? La capacidad de sostener estos momentos es un aprendizaje fundamental en nuestra formación.
El caso de L. nos enseña que estos períodos no son un tiempo perdido, sino verdaderos dones para el trabajo analítico. Son tiempos de gestación psíquica que, como el barbecho en la agricultura, preparan el terreno para nuevos desarrollos. Nuestra ética como analistas es saber detectarlo y aprovecharlos para que así sea, extrayendo del concepto aportado por Masud Khan la necesidad de repensar nuestra relación con la «productividad» psíquica.
Khan, M. «Estar en barbecho» en Donald D. Winnicott. D. Winnicott, André Green, Octave Mannoni, J. B. Pontalis y otros. Ed. Trieb, Buenos Aires, 1978, pp. 75-81.