LA FUNCIÓN DEL DINERO EN EL ANÁLISIS: DEL ENCUADRE FREUDIANO AL ACTO LACANIANO

Freud no elaboró una teoría sistemática sobre el dinero en el dispositivo analítico, pero sí le asignó una función técnica precisa dentro del encuadre. En sus escritos y correspondencia, dejó claro que el pago por las sesiones era necesario, no solo como sustento del trabajo, sino como medio para sostener la transferencia y evitar confusiones afectivas. En «Sobre la iniciación al tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I), de 1913, escribe: «(…) tratar las relaciones monetarias ante el paciente con la misma naturalidad en que pretende educarlo para los asuntos de la vida sexual. Al comunicarle espontáneamente en cuánto estima su tiempo le demuestra que él mismo ha depuesto toda falsa vergüenza. (…) Es notorio que no se eleva en el enfermo la estima por el tratamiento brindándoselo demasiado barato.»

También, a continuación, se posiciona claramente sobre la inconveniencia de brindar asistencia gratuita: «(…) debe tenerse en cuenta que un tratamiento gratuito importa para el psicoanalista mucho más que para cualquier otro: le sustrae una fracción considerable del tiempo de trabajo de que dispone para ganarse la vida (…).»

Freud entendía que el dinero en análisis actúa como un operador simbólico que protege tanto al paciente como al analista: compromete al sujeto con su tratamiento y mantiene cierta distancia respecto del amor transferencial. Sin embargo, en su obra el dinero permanece vinculado principalmente al campo de la analidad, el narcisismo infantil y la economía libidinal. Según Freud, las heces son el primer obsequio del niño, y más adelante se sustituyen por dinero, regalos, etc. En este enfoque, el dinero aparece como un derivado corporal, no como un acto.

Lacan: el dinero como acto

Lacan reubica el dinero en otra lógica. Lo eleva a la categoría de operador estructural dentro del análisis, al sostener que el pago por la sesión forma parte del acto analítico. Desde esta perspectiva, el dinero no representa un precio por un servicio, sino un gesto simbólico que introduce la falta, opera un corte y permite que algo del deseo se ponga en juego.

Lejos de ser una cuestión técnica o administrativa, el pago implica al sujeto en su relación con el deseo, la pérdida y su palabra. No se paga por un tiempo ni por un saber, sino por un acto que incide en la economía del goce.

El dinero, como el síntoma, habla

Como el síntoma, el dinero porta historia, carga significante y efectos transferenciales. En análisis, no es raro descubrir estructuras subjetivas organizadas en torno al dinero: fantasías de deuda, pérdida, poder; ideales de autosuficiencia o pureza; formas de rechazo o de dominio. En cada caso, el modo en que el dinero se ofrece, se retiene o se reclama, dice algo del sujeto.

Lacan fue enfático: el pago por la sesión no es un asunto externo al análisis. Es un corte, un gesto que pone en juego lo real y separa la escena analítica del discurso común. Pagar no es simplemente entregar una suma, sino asumir una pérdida simbólica que abre lugar al deseo.

No hay análisis sin pérdida

Por eso, no hay análisis gratuito. No por razones morales o económicas, sino porque sin pérdida no hay acto, y sin acto no hay análisis. El dinero no se mide por su valor económico, sino por su función estructural. Según Lacan, el pago sirve para frenar el goce y abrir espacio al trabajo del deseo.

Así entendido, pagar es un acto ético. Es consentir a un riesgo: el de hablar, de decir, de perder certezas. Es una forma de otorgarle valor a la propia palabra.

Transferencia y dinero: la escena primera

En el inicio de un análisis, el dinero suele aparecer como elemento transferencial: como obstáculo, mediador o forma de resistencia. Algunos sujetos intentan regular el vínculo analítico con mecanismos externos: seguros médicos, facturas, reembolsos, formalidades. Lejos de ser neutros, estos recursos pueden actuar como intentos de neutralizar el coste subjetivo del proceso.

Lacan ironizaba que pagar con dinero evita tener que entregar algo más precioso. El dinero, en estos casos, funciona como sustituto simbólico de una pérdida más radical: la de las identificaciones, las defensas, las certezas. Así, el sujeto puede aplazar su encuentro con lo que no quiere saber.

El analista no cobra por saber

Desde esta lógica, el pago no va dirigido al analista como persona, ni retribuye un saber, interpretación o guía. El analista se sitúa en un lugar de no saber, prestándose a escuchar sin garantías. El dinero entregado no es un intercambio, sino un operador que hace posible el acto analítico.

Además, cumple una función en la transferencia: permite mantener una distancia estructural en el vínculo, evitando que el amor al analista se transforme en una trampa. El dinero introduce una mediación que permite sostener esa distancia necesaria para que el sujeto pueda hablar desde otro lugar. (Si quieres saber más, te invito a visitar mi consulta de psicoanálisis en Barcelona)

Conclusión: lo que se paga no es lo que se cobra

En definitiva, lo que está en juego en el acto de pagar no es la cantidad, ni el modo, ni la regularidad, sino su posición en el discurso. El dinero en análisis es, en el mejor de los casos, un consentimiento a la pérdida. Porque, como enseñó Lacan, no hay análisis posible sin que el sujeto pague —no para comprar—, sino para ceder algo de su goce y comenzar a hablar.

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